Lee la historia completa de nuestra experiencia de vida salvaje en Río Coco.
- LA DECISIÓN - I -
- PRIMER CONTACTO - II -
- LOS PREPARATIVOS - III -
- LA PARTIDA Y LA REALIDAD AL DESCUBIERTO - IV -
- LUCHA EXTREMA - V -
- LOS INDÍGENAS GUAYMIES - VI -
- LA RECOMPENSA DE VIVIR VIAJANDO CON MOCHILA - VII - Estás leyendo.
- CÓMO IR A RÍO COCO Y CONSEJOS PRÁCTICOS - VIII -
Reflexión profunda de una experiencia única de vida salvaje
Quizás comenzamos toda esta aventura de forma un poco inconsciente. Pensábamos en tener una vida salvaje durante un corto período de tiempo, una aventura con pocas pretensiones.
Lo que al final nos pasó, es que todo a nuestro alrededor se transformó. Porque esta experiencia nos ha cambiado la forma de mirar y entender todo.
El esfuerzo supremo que hicimos, del que fuimos conscientes cuando salimos de Rancho Coco, nos supuso un shock constante durante las siguientes dos semanas. Y aún permanece a fuego en nuestro interior.
Darnos cuenta de cómo nos habíamos "asalvajado", en el sentido mas positivo de la palabra, nos sorprendió.
Un refresco frío, no encender fuego para cocinar, no estar con los 5 sentidos alerta durante 24 horas al día y tantas y tantas cosas que no apreciamos en una vida cotidiana. Eran para nosotros "sorprendentes", a la vez que nos abrumaba cómo nos habíamos vistos inmersos en esa vida salvaje de una forma tan profunda.
El día que nos íbamos, plantamos una palmera en Rancho Coco |
La misma forma de vivir nos obligaba. Si no, nunca habríamos durado tanto tiempo en esas condiciones, que por otro lado eran paradisíacas. Todo lo duro que la naturaleza nos pegaba por un lado, por otro, nos ofrecía caricias en forma de sensaciones, estímulos, sonidos, imágenes, vivencias, aprendizajes y momentos que nunca podremos olvidar y que nos hicieron, en cierta manera, ser mejores personas.
Pudimos disfrutar de la energía de Río Coco. Mágico y camaleónico. Cada día era un espectáculo. Un lugar de cuento al que llamábamos nuestro jardín. Donde poder nadar desnudos en plena naturaleza salvaje rodeados de un verde profundo y los azules del cielo y el mar, todo aderezado con una franja kilométrica de arena negra que era nuestra playa privada.
Un día de surf en Río Coco |
Pudimos ser testigos de la soledad mas absoluta y disfrutar de ella. Caminar desnudos en la playa, surfear desnudos en olas imponentes de naturaleza tan salvaje y tan potentes que sólo recordarlas me ponen la piel de gallina.
Miles de especies vegetales multicolores nos rodeaban por todos lados.
Eramos testigos de manadas de monos de 3 especies distintas prácticamente a diario.
Aprendimos a diferenciar el sonido del maravilloso tucán y ver grupos de 9 de ellos sobrevolando justo a nuestro lado.
Apreciamos la belleza calmada de las lapas (loros) enormes y majestuosas pelando almendras al lado de nuestro refugio y acercarnos a escasos 2 metros de distancia.
Nos sumergimos en la selva en la búsqueda de frutas salvajes, madera o por simple entretenimiento.
Disfrutamos de atardeceres que pintados parecían.
Nos enamoramos de la luna enorme y de un cielo con tantas estrellas que parecía no ser real.
Nos encandilamos observando el volar tranquilo de cientos de luciérnagas.
Nuestras cabezas se llenaron de sonidos sacados de documentales de naturaleza salvaje. Noches de miles de sonidos animales, mañanas de cantos de cientos de especies de pájaros y sueños con los ecos profundos y aterradores de las olas rompiendo contra la falda de la montaña.
Es verdaderamente imposible, ni con todas las palabras de este mundo, describir las sensaciones que allí nos hicieron confesar con una naturaleza, que desde entonces, es para nosotros nuestra Gran Madre. Sabia, profunda, cruel, pero justa y hermosa. Un equilibrio que nos fue concedido por ella. Y que ojalá cada persona de este mundo pudiera sentirlo.
Nuestra Gran Madre que nos enseñó a ser pacientes con nosotros, vencer nuestros miedos, conocer nuestros límites, abrir nuestras mentes, crecer y crecer, hasta abrir la Caja de Pandora que nos hace caminar de una manera distinta.
Esa Gran Madre Naturaleza que nos doblegó y nos hizo tragar el orgullo prepotente que el ser humano adquiere en esta sociedad tan déspota. Un orgullo que nos hace pensar que somos invencibles, inmortales. Un orgullo que nos hace criaturas débiles en el fondo. Porque no hace mas que ocultar nuestras penosas miserias bajo una burbuja de seguridad, creada para la vanidad.
Vivir viajando con mochila nos hizo aprender de todo lo que nos sucedió, bueno y malo. Decidimos arriesgarnos, con todas las consecuencias. Y nos dimos cuenta de que todo depende de la actitud personal. Sin una profunda humildad, habríamos intentado pelear y ganar a ese gran poder que es la Madre Naturaleza, y jamás habríamos ganado. Ser naturales y salvajes no es malo amigo mío.
Nunca hemos vivido una experiencia tan "mística" donde tantos de nuestros límites se viesen comprometidos. El sacrificio extremo en unos casos se vio compensado en otros por la enseñanza infinita e intrínseca de la misma vida.
Al final, si te unes al equilibrio natural. El equilibrio envolverá tu vida.
Gracias Río Coco. Gracias Pablo. Gracias Gran Madre Naturaleza.
La úlitma vez que vimos a Río Coco. Despedida con pena y alegría |
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